EL OFICIO DEL ESCRITOR EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
COMO TRABAJADOR DE LA CULTURA
Tema: Identidad
- Encuentro Internacional de Escritores
San Juan, Argentina, septiembre de 2006
- Encuentro XII Encuentro de Escritores de Chañaral
Chañaral, Chile, octubre de 2007
1.-
Cuando nos encontramos en los inicios del siglo XXI, y nos damos tiempo para mirar hacia el siglo XX y los anteriores, vislumbramos los resultados del aporte cultural que nos han legado las generaciones anteriores, nos damos cuenta que como escritores somos parte responsable, ante futuras generaciones, de aportar a la sociedad la realidad del tiempo que nos toca vivir.
En la actualidad en que se mira hacia delante con mentalidad de mercado, es preocupante notar como se va perdiendo la identidad.
Vemos como se nos van perdiendo piezas fundamentales de nuestro patrimonio, como un rompecabezas, que luego no podremos completar. El ojo visor del escritor llama a retener desesperadamente todas las piezas de esta maravillosa herencia.
Creemos que el desarrollo actual de la sociedad exige más conciencia, fortalecimiento de la cultura, de la ciencia, de la educación, de los saberes tecnológicos acorde con los cambios de la revolución y el conocimiento, sin la pérdida de conciencia de nuestra identidad en la renovación o modernización en un mundo globalizado; con un cambio de mentalidad, sin desconocer otros dramas sociales, de los que como escritores, integrantes y estudiosos del perfil humano y sustentando la valorización del hombre sobre otros factores, no podemos estar ajenos.
Creemos que el escritor como trabajador de la palabra escrita, la historia y la cultura, adquiere voluntariamente su compromiso vocacional y decide ejercer libremente el derecho de testimoniar la realidad del mundo que le toca presenciar, desde su propia cosmovisión de mundo.
Patrimonio
Pensamos que existen actitudes confusas al creer que es necesaria una renovación total partiendo desde un hoy: Sin pasado no hay historia. La historia no es un fantasma, es una herencia y la recuperación de ella, por dolorosa que sea, es necesaria para la identidad.
Patrimonio sinónimo herencia, no sólo territorial sino tan extenso como un todo que otorga coherencia en lo social, lo material más allá del mercado. Tenemos memoria, imágenes, modos, sistemas de vida, sentimientos, archivos, voces, libros, arte, historia, un todo que permanece, que está latente a nuestros ojos; un realismo mágico en cada rincón de nuestras culturas, un mundo que detenerlo tan cerca, muchas veces no sabemos apreciar.
La herencia literaria nos entrega la permanencia, la difusión y proyección de nuestras culturas en la sociedad contemporánea, en la historia en América, en las actuales tendencias en la literatura latinoamericana y del caribe. Cito sólo algunos de nuestros valores: García Márquez, Laura Esquivel, José Donoso, Eduardo Galeano, Augusto Monterroso, Isabel Allende, Francisco Coloane, Vargas Llosa, etc. Poetas como Ernesto Cardenal, Rosario Murillo, Claribel Alegría, Mario Benedetti, Gioconda Belli, Juan Gelman, José Lezama Lima, Raúl Zurita y tantos otros, asistiendo afortunadamente a una época notable que viene prolongándose de la literatura latinoamericana. Se agregan a ellos otros nuevos valores que van surgiendo actualmente: literatura escrita por voces originarias de nuestra América en lengua materna en otros continentes ¿Cosas del exilio?
Voces que en la literatura nos llaman a ver nuestra América, palpitante, alegre, lúdica, desgarrada, mítica; continente onírico que hemos elegido para desarrollarnos en el plano existencial y que como trabajadores de la cultura podemos desarrollar en las particulares potencialidades, dando una mirada a nuestro alrededor. Cada rincón de nuestros países, ciudades, barrios, calles, nos ofrecen un mundo mágico que en el oficio de escritor podemos aportar, a la identidad, en una opción de libre elección.
Bien sabemos que existe literatura escrita por hombres y mujeres, ambos construyen la historia de la literatura desde sus respectivas visiones y voces más allá del género, en la necesaria libertad para el desarrollo de los valores literarios y, creemos en la urgencia de ser capaces de construir hacia donde queremos llegar; partiendo desde la solidez de nuestra herencia, respondiendo a lo que queremos como parte integrada de la sociedad, en la historia real: Historia que encontramos más completa tomando en cuenta también el patrimonio oral, dado que el escrito, muchas veces es alterado por los intereses partidistas de turno en los medios dirigentes de las naciones que conforman nuestro continente americano.
¿La sociedad designa el rol que le corresponde a la literatura, sin nuestra visión y aporte?
El escritor es un misionero con amplia visión del mundo que lo rodea y su vocación lo guía a realidades determinadas. Sabemos que en nuestro desarrollo como escritores existe una compleja y variada problemática para poder realizar nuestro trabajo que muchas veces no depende solamente de las motivaciones, el medio y otros factores propios del oficio, sino existe fuertemente el factor económico, especialmente para poder editar. Los que logran subvención editorial, son muy pocos, percibiendo un bajo %.por la venta de cada ejemplar.
Es en este contexto señalado, necesario fundamentarnos ciertas bases que son indispensables para nuestros intereses, saliendo de la desvalorización y postergación:
- ¿El escritor tiene conciencia del rol que le pertenece?
- ¿Existe en los escritores real preocupación y compromiso con su oficio de trabajador de la cultura, por el rescate y la difusión del patrimonio cultural?
- ¿Junto a la natural vocación, prepararse como trabajador cultural nos aporta a un mejor desempeño?
- ¿Nos retroalimentamos de nuestro oficio, tenemos información permanente, espíritu común, consolidamos relaciones y expectativas?
- ¿Generamos espacios de participación en los campos de la cultura, facilitando el desarrollo de actividades culturales a nuevas generaciones?
- ¿Fortalecemos la identidad de las raíces culturales por medio de una experiencia formativa en la que además de ampliar conocimientos, desarrollemos vivencias que permitan apreciar el valor de la integración respetando la diversidad cultural?
- ¿Estimulamos la producción intelectual local y el proceso de integración desde los distintos saberes disciplinarios, a través de la escritura?
- ¿Nos preocupamos de saber cuál es el factor principal y el alcance de los medios escritos?
- ¿Nos organizamos en el aspecto gremial valorando nuestro trabajo, dignificando nuestro oficio?
- ¿Los procesos sociales de transformación se realizan construyéndose en bases sólidas?
- ¿Son integrados los proceso sociales en el contexto de valorización general, o en una visión partidista?
Los postergados conforman y construyen una parte importante de toda cultura y los escritores como trabajadores de ella y más cerca del ser humano: ¿Debemos asumir el compromiso de facilitarles una mayor participación en el desarrollo de la sociedad que integran?
Los factores como el geográfico, el racial, el sociocultural y otros, ¿son obstáculos para el desarrollo de nuestras funciones?
Dada estas interrogantes y otras creemos que la consolidación de la identidad requiere integrar las diferencias, procurando el conocimiento y la aceptación de otros, llámese personas, gremios, pueblos, culturas; posibilitando la tolerancia, el respeto, la solidaridad.
Cada región es un mundo precioso y único en su riqueza y cada integrante es parte de ese mundo al que nosotros los escritores debemos mirar y conocer en la medida de reales posibilidades, de las que como trabajadores de la cultura, somos responsables de proyectar haciendo valorar nuestro trabajo.
2.-
Descubrimiento, conquista, cristianización y colonización de América: Perdida de identidad?
a).- “Madrid, Paris, Venecia, Florencia, Roma, Nápoles, y Atenas fueron descubiertas en 1955 por mí (que en 1947 ya había descubierto Nueva York), y en 1956 descubrí también Londres, Amberes y Bruselas. Sin embargo, fuera de unos pocos de mis poemas y cartas, no he encontrado ningún otro texto en que se hable de tan interesantes descubrimientos. Supongo que ha pasado a favor de este silencio clamoroso el hecho de que cuando llegué por primera vez a esas ilustres ciudades ya había bastante gente en ellas. Un razonamiento similar me ha impedido siempre aceptar que la llegada, hará pronto unos cinco siglos, de unos cuantos europeos al continente en que nací y vivo, sea llamado pomposamente “Descubrimiento de América”. Tanto más que al ocurrir esa llegada (accidental), las dos ciudades más pobladas que había entonces en el planeta, dijo el poeta mexicano Carlos Pellicer, eran Tenochtitlán (hoy México, D.F.) y Pekín (hoy Beijín). Según lo que sé, ninguna de las dos estaba ni está en Europa.”